Esta es la historia de vida de Ides de Lourdes Toro Santos, una mujer que no se dejó vencer por el cáncer.
A pocos días de que mi hijo se graduara de médico, un 1 de diciembre de 2007, un conductor irresponsable le arrebató la vida, ese día con él, se fue la mitad de la mía. Después de tres meses de dolor por la pérdida de mi hijo Fernando Gabriel, un domingo por la mañana, me encontraba deprimida, triste y sin ganas de nada. Para colmo me dio una fuerte gripe con fiebre insistente que según el médico que me atendió era dengue. Pero no era dengue. Luego me vinieron dolores de vientre, me hice exámenes y ecografías que indicaban que todo estaba bien. Sin embargo, no fue así.
En la Foto Ides junto a su hermano Antonio quien se rapó la cabellera cuando a ella recibió quimioterapia.
El dolor era cada vez más fuerte. Ese mismo día después de tanto buscar encontramos a un médico profesional que detectó la sombra de un tumor. En efecto, al día siguiente la colonoscopía dio como resultado un cáncer que se confirmó con la biopsia.
Desde entonces empezó el largo proceso: exámenes médicos, pruebas materiales y espirituales…Pero Dios tiene sus instrumentos y uno de ellos fue el Dr. Xavier Kon quien al no poder operarme en el IESS logró el pase al Hospital de Solca, en agosto del 2008. Después de nuevos chequeos, correspondía la primera cirugía, sin embargo no me operaron porque el tumor había crecido casi el doble y comprometía a otros órganos vitales. Me hicieron una limpieza profunda de la infección y quedé con una colostomía (sitio temporal por donde el paciente expulsa las heces fecales) que parecía una cruz insoportable. Empezaron las sesiones de quimioterapia con el Dr. Miguel Cedeño, traslados cada dos semanas, tres días de hospitalización, la reacción, la recuperación, así, una y otra vez…
Perdí peso y cabello, pero no la esperanza. Estaba en las manos de los instrumentos de Dios y con todo lo que sentía me dije: “voy a salir de esta”. Nunca olvidaré las palabras del Dr. Xavier Kon, cuando dijo que mi caso era muy especial, pues mi tumor era infeccioso y agresivo, pero la garantía era que no tenía metástasis (cuando el cáncer se extiende a otras partes del cuerpo), y eso me daba mucha esperanza. Por otro lado, estaba el Dr. Miguel Cedeño, quien me dijo que el 90% del éxito de las quimioterapias dependían del paciente y que debía poner todo de mi parte para que las cosas salieran bien. Fue así que me propuse salir adelante de esta enfermedad.
Después de cuatro meses de tratamiento la infección volvió, lo que me provocó fiebre y dolor. Me operaron pero dejaron la herida abierta por unas semanas para poder controlarla. Hubo momentos duros, pero al fin pude continuar las quimioterapias. Comencé a ganar fuerzas y mi cabello creció de manera tímida. Llegó la Navidad y con ella su luz y la esperanza. El año nuevo me trajo una tercera y definitiva cirugía. Los médicos extirparon un tumor muy grande y cerraron por fin la colostomía. Fue una verdadera bendición. Faltaban seis meses de quimioterapias y aunque mi recuperación era evidente, solo los exámenes y pruebas de cada mes darían el resultado verdadero.
Hoy después de un año cuatro meses, sigo en mi viejo puesto de secretaria. Tengo otro nieto en el que veo la sonrisa de Dios sobre mi vida y su gracia que no nos abandona. Volver a vivir con la fe de haber probado esa gracia, hace que todo tenga más sentido y que guarde un profundo agradecimiento por cada uno de los actores de Solca. Empezando por el conserje, quien amable me recibía cada mañana, el personal de limpieza, de farmacia, ayudantes, licenciadas, enfermeras, psicólogas, médicos y directivos. Sé que no hay espacio para nombrarlos a todos como quisiera, pero quiero expresarles lo que muchos y muchas pacientes sentimos. Ustedes son instrumentos de Dios, sigan haciendo el bien, dando consuelo, abriendo esperanzas.
Mi madre, mi hija, mi hermano, mi cuñada y tantas personas más, fueron como ángeles de guarda durante esos largos meses de tratamiento. Y, cómo olvidar a la Psicóloga Lourdes Intriago, quien siempre estaba pendiente de todos los pacientes, con su sabiduría y consejos nos daba ánimos en los momentos que más lo necesitábamos. Mil gracias mi Doctora por todo lo que recibí de Usted, ¡fue muy bueno conocerla!
En lafoto junto a la Psicóloga Lourdes Intriago y la Enfermera Jenifer Basurto.
Y así, mis compañeras de cuarto, que cada quince nos encontrábamos y compartíamos tres días (que se hacían largos), y juntas superamos la enfermedad ya sea, bordando, haciendo chistes y riéndonos mucho. Un abrazo para Mariquita Arteaga y su familia.
A quienes esta enfermedad les ha cambiado sus vidas, les comparto la maravillosa experiencia de descubrir a Dios más cercano en el dolor. Nunca perdí la fe y aprendí que Él está junto a nuestro sufrimiento a través de Jesús, con su cruz, con su vida y resurrección. Aprendí a orar más, a querer más a los míos y a mis amigos. Experimenté mi debilidad y la bondad de otros. Ahora tengo más alegría porque aprendí que volver a vivir, es para vivir agradecidos.
Termino este escrito, elevando una oración a Dios, para que derrame bendiciones sobre cada uno de ustedes y sus familias.
Con agradecimiento infinito, Ides.
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